Cuando empecé a escribir esta columna en el año 1995 los procedimientos para hacer llegar mis textos a La Prensa eran muy diferentes a los que se usan hoy en día. Para empezar, no existía la posibilidad de enviar un texto por correo electrónico, ni siquiera en un diskette u otro medio digital, no señor, los textos de llevaban impresos con letras “de puntitos” que era lo que producían las impresoras de aquellos días.

Una vez recibidos en el diario, alguien se sentaba a introducirlos en unas máquinas que solo el personal de La Prensa sabía o podía manejar. Como yo trabajaba en el Aeropuerto de Tocumen y no había ningún “corredor”, solo la Ave. Domingo Díaz bien congestionada tanto de ida como de vuelta, lo que mejor me resultaba era escribir un bloque de textos y llevarlos juntos por adelantado.

Como el número de artículos que había producido era muy reducido pues al principio no publicaban semanalmente ya que la Revista Ellas salía quincenalmente, pues los temas estaban todos disponibles para mi uso. El universo era casi ilimitado, sobre todo porque en esos días, igual que ocurre ahora, yo podía escribir de lo que se me antojara. Ya saben como es, el Diario de Mamá es mi psiquiatra, confesor y buen amigo.

A medida que fue corriendo el tiempo las cosas se fueron modernizando, pero el Ellas seguía siendo una publicación en papel que requería trabajarse con mucha anticipación. Viajando al pasado recuerdo que yo debía entregar mis artículos dos o tres semanas antes de la fecha de publicación. Si había feriados intercalados, a veces incluso más temprano.

A partir de la pandemia —creo yo— se suprimieron temporalmente las ediciones impresas y quedaron solo las virtuales. Estas ya existían, pero convivían con la revista impresa. Supongo que se optó porque la publicación persistiese, aunque fuese en una de sus formas. Sé que muchos lectores quisieran tener la posibilidad de tenerla en papel, o por lo menos, así me lo manifiestan.

Superada la pandemia se empieza a publicar una edición impresa por mes. No es lo mismo que antes, pero tampoco es despreciable. Yo, por mi parte, siempre he tratado de adaptarme a lo que mandan los tiempos. Y debo decirles que no todo lo automático es malo. Hoy en día, aunque no es lo ideal y lo sé, puedo entregar mis textos en fecha mucho más cercana a la fecha de publicación. Para las ediciones impresas si se requiere que me ajuste a calendarios parecidos a los que se manejaban en un principio, pero no es el fin del mundo. Lo hice por veintipico de años así es que es cuestión de mirar la agenda para que no se me pase la fecha.

Hay días, como hoy, en que ando corriendito completando mi artículo. Hay otros en que se me llena la cabeza de ideas y puedo escribir un montón de artículos de un solo tiro como hacía en los primeros años. Lo importante es compartir con ustedes cada viernes, aunque sea de apuro.

* Las opiniones emitidas en este escrito son responsabilidad exclusiva de su autora.

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