Me siento frente a la pantalla de mi computadora y siento que tengo la mente en blanco. Procedo a revisar cada rincón de este desordenado cerebro mío y comienzo a notar que más que en blanco mi mente está llena de miles de pequeños pensamientos que se enredan entre ellos impidiendo su salida. Todos están atrapados. Un poco como cuando uno tiene quince años y lo invitan a tres fiestas para el mismo fin de semana lo que genera un debate interno intenso sobre cuál amerita nuestra presencia.
No sé si el revolcón de ideas se debe a lo revuelto que está el mundo, o a mi propio desorden, pero sé con toda certeza, que con desorden o sin él, debo buscar la forma de concentrarme para organizar mi cabeza.
Es vital porque de lo contrario no podré terminar este artículo, ni llenar el horario de la semana de forma coherente, ni preparar una comida de principio a fin, ni sostener una conversación con algo de sentido. Trato de recordar si esto me ocurre con frecuencia o si es solo un patinazo mental momentáneo. No obtengo una respuesta clara.
Quisiera culpar a lo que ocurre a mi alrededor. El mundo entero está revuelto, Panamá incluido. Sin duda, este bombardeo de eventos dislocados y completamente sin sentido contribuye a interrumpir todo proceso lógico de pensamiento. Por lo menos el mío. Las noticias van de un desastre a otro, algunos naturales, otros impulsados por los líderes naciones poderosas que, sin consideración alguna por la humanidad, toman decisiones que no tienen ni pies ni cabeza.
Por otro lado, en Panamá, se hace el intento de tomar medidas correctivas para desacelerar la corrupción que nos corroe desde hace muchos años y ya vemos lo que ocurre. ¿Dónde hemos dejado la brújula me pregunto? Por qué el pueblo obedece ciegamente a líderes que solo piensan en su propio bienestar y ponen a la masa como carne de cañón… y la masa se deja.
Poner orden nunca ha sido tarea fácil, implementar la disciplina cuando por siempre hemos vivido en el desorden es muy complicado, pero hay que hacerlo. Hay que hacerle frente a la corrupción con todas las herramientas disponibles o el país se nos escurrirá entre los dedos. Cada vez queda menos. Todo se lo han robado. No encuentro otra forma de decirlo y si no se ponen candados donde deben ir, esos corruptos que siguen pululando seguirán haciendo de las suyas.
Parece que se me está ordenando el cerebro. Lo malo es que para poner en fila mis pensamientos para dejarlos salir en orden toca recordar todo lo que está mal en Panamá y eso honestamente, me da mucha rabia, pero por lo menos estoy logrando terminar este artículo. Hay gente que dice que de malhumor piensan mejor. Ojalá yo no sea uno de esos. No me gusta la gente malhumorada.
Quiero ser optimista y pensar que por aquí pasará el Hada Campanita tirando su polvo mágico que logrará abrir los ojos a todos aquellos que sin conocimiento de causa tienen al país en caos. Quiero pensar.
* Las opiniones emitidas en este escrito son responsabilidad exclusiva de su autora.
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