Sí, al algoritmo le gusta la pelea, la exageración, el wichi. Ah, ¿qué qué es el algoritmo? Perdón, se los presento: venga para acá, algoritmo. No se haga, muestre la cara. Usted está todo el día entre nosotras, disimulado. Allí, a lo calladito.
El algoritmo es un sistema de fórmulas y reglas automáticas que decide qué contenido mostrarle a cada persona en redes sociales o buscadores. Se alimenta de todo lo que una hace en Internet —qué busca, qué ve, qué comparte— y organiza lo que ve para que pase más tiempo conectado.
Es la fórmula que hace que cuando busque viaje a Bogotá días después le sigan apareciendo promociones de Colombia, hasta las noticias del arequipe. O que cuando busca coches de bebé, luego le aparezcan también pañales. Pero ese es el algoritmo tratando de vendernos cosas.
También tiene otra cara: la de mantenernos enganchados provocándonos emociones extremas. El algoritmo no quiere que usted o yo seamos amantes de las pasitas, que busquemos recetas de pasitas, estampados de pasita para vestir y hagamos un fan club de pasita lovers. Exageré ¿verdad?
No. El algoritmo quiere que seamos personas que odian a los que no comen pasitas. Sí, las odian. Porque esos que no comen pasitas algo malo deben tener. No está claro qué, pero seguro el algoritmo le compartirá descabella... digo, interesantes teorías de la conspiración al respecto.
Así vemos que una ley como la del Seguro Social, que es tan importante para todas, ya no se examina desde el análisis o la reflexión: vamos a ver qué es lo bueno, vamos a ver qué es lo malo, vamos a ver qué se puede mejorar. No. Ahora es: o aprueban esta hermosa y grandiosa ley sin quitarle un punto y coma (de lo contrario eres comunista, izquierdista y chavista) o la derogamos (si no, eres capitalista neoliberal salvaje). Me pregunto quién gana al situarnos en uno de esos extremos. Panamá, no.
En cosas como esta, algoritmo no ayuda. Ni le interesa. ¿Qué nos queda? Conocerlo, entender cómo funciona. En los talleres que dicto sobre cómo combatir la desinformación en los entornos digitales, siempre advierto: si algo que le comparten en redes le parece demasiado indignante o demasiado bueno para ser cierto, mejor investigue un poco antes de creerlo o compartirlo.
Irnos a los extremos no es nuevo. Desde siempre los periódicos, los noticieros y las emisoras sabían que tenía más pegue la foto que demostraba la infidelidad amorosa de un político, que la noticia de una nueva planta descubierta por una investigadora del Smithsonian en Panamá.
Por estos días se discute el anuncio del presidente José Raúl Mulino sobre el cierre del Ministerio de la Mujer. Y en redes muchos han dicho: “Cierren eso”, “eso no sirve”, “¿qué hace ese ministerio?”.
Yo invitaría a preguntarnos cómo se beneficia Panamá cerrando una institución que tiene como misión asegurarse de que hombres y mujeres tengan, aquí, las mismas oportunidades.
Ahora mismo no las tienen. Si las tuvieran, Panamá ya habría tenido una mujer rectora en la Universidad de Panamá, o una directora del Hospital del Niño, o una administradora del Canal o una segunda presidenta del país. Y tampoco sería noticia esto: “Primera mujer en dirigir la Cámara de Comercio e Industrias en 107 años” o “Primera mujer en dirigir la Asociación Bancaria”, eso fue hace seis años. Cuando usted entra a un banco, la mayoría de las trabajadoras son mujeres. Pero no las verá en igual proporción en sus juntas directivas.
En este mundo polarizado, ¿de verdad creemos que las adolescentes panameñas en riesgo de embarazo temprano estarán mejor sin un Ministerio de la Mujer? ¿O las víctimas de violencia doméstica, el delito que más se denuncia en Panamá? ¿O las de delitos sexuales, el tercer delito más denunciado?
Si estuviéramos iguales, ninguna mujer tendría que pensar antes de salir de su casa: “Si me pongo esto, me van a silbar en la calle” o “no puedo caminar por allí porque hay una construcción”.
Sí, hace falta exigir calidad. Necesitamos un Ministerio de la Mujer con personal especializado, que rinda cuentas y que sea transparente. Lo mismo debemos exigirlo a todos los ministerios.
Basados en lo que se opina y comparte en redes sociales, donde la moneda es el insulto y el algoritmo es el ‘lleva y trae’, no podemos tener esta discusión. Necesitamos sentarnos, conversar, ver cifras, hechos y salir de la polarización.
* Las opiniones emitidas en este escrito son responsabilidad exclusiva de su autora.
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