Nuestra protagonista de hoy llevaba un buen tiempo soltera cuando decidió probar suerte en el mundo de las apps de citas. Fue una amiga quien la animó a abrir una cuenta. Se tomó un par de fotos en un arreglo bonito de un centro comercial y así armó su perfil.
“Buscando amigos”, fue lo primero que escribió. Al poco tiempo, empezaron a llegar los primeros likes y, con ellos, los matches (cuando dos personas se dan like mutuamente y pueden empezar a chatear).
El problema era que la mayoría de las conversaciones no llegaban ni al segundo “hola”. Muchos eran turistas de paso con tiempo contado, otros vivían más lejos que la luna, y unos cuantos solo buscaban una noche loca, cosa que a ella no le interesaba ni remotamente.
Con el tiempo, tuvo algunas conversaciones esporádicas, y más de una vez llegó a borrar y volver a instalar distintas apps de citas.
Hasta que un buen día, luego de varios meses desconectada, abrió una nueva aplicación y ¡por fin concretó una cita! Pero el entusiasmo duró poco: el chico no era lo que ella esperaba, ni en personalidad ni en... todo lo demás.
El tiempo siguió su curso y un día hizo match con alguien que le llamó la atención. Se veía bien, tenían personas en común, aunque no se conocían entre ellos, y eso le dio un empujón de confianza. Así que dijo: “Bueno, vamos a darle una oportunidad”... y se animó a salir con él.
Ella, sin carro, le pidió a una amiga que la llevara y se quedara cerca “por si acaso”, porque una nunca sabe si le va a salir algún loco. Iba sumamente nerviosa, pero con el fake it till you make it (finge hasta que lo logres) prácticamente tatuado en la frente. Lo vio a lo lejos y empezó a caminar hacia él.
“Sí está lindo”, fue lo primero que pensó, aliviada de ver que no le habían hecho un catfish (usar fotos falsas para engañar). Lo saludó como si lo conociera de toda la vida, pues no quería que él notara sus nervios y así inició la cita.
Hubo caminata, cena, y buena conversación. Y el resto, como se dice, es historia. Hoy, esta pareja lleva una relación feliz. Eso sí, cuando les preguntan si recomiendan las apps de citas, los dos sueltan una risa y contestan lo mismo: que eso nunca funciona.