Hay dos cosas que generan alarma inmediata en casa de mis papás: que suene el timbre, cualquier de día de la semana a cualquier hora, y que mi papá no esté en la sala. Cuando ambas se cumplen, no hay duda: Papá está esperando otro paquete de Temu.
Sí, Juan, mi papá, el conductor de plataforma más dedicado y multifacético que conozco ha desarrollado una obsesión tan fuerte con las compras en esta aplicación que estoy considerando escribirle a la app para ver si le otorgan acciones, o al menos una membresía vitalicia.
Papá tiene 56 años, pero la energía de un pelao’ con Wi-Fi y tarjeta de crédito recién aprobada.
Trabaja horas largas transportando a todo tipo de clientes, desde panameños con apuro hasta extranjeros fascinados con el Canal. Aunque su foto de perfil parezca sacada de una escena en la que le grita a alguien por cruzarse en su carril, en realidad es el hombre más sociable y simpático que puedas conocer. Una vez lo saludas, el “señor serio” [semblante que mis hermanos y yo también heredamos] desaparece y sale a flote el Leo en modo protagonista: bromas, historias y hasta traducciones simultáneas en varios idiomas… gracias a esta tienda, claro está.
Creo que todo empezó con TikTok. En sus ratos libres, mi papá se convierte en usuario estrella de redes sociales. Se pone sus audífonos inalámbricos, sus lentes de leer, y el señor se pierde en un scroll infinito. Lo escuchamos reírse solo en su cuarto y ya ni preguntamos qué le pasa: está viendo las redes. Fue ahí donde, sospecho, conoció el universo paralelo de las compras en esta tienda online.
Mientras yo, una millennial cautelosa, aún no me atrevo a meter mi tarjeta en esa aplicación naranja, él ya es cliente frecuente, con la casa como centro de distribución no oficial. Ahí, a la puerta, le llega de todo: gadgets para su carro, una máquina para que el tubo de pasta dental rinda más, algún accesorio para Yoda, nuestro golden retriever, herramientas que parecen sacadas de “El Inspector Gadget” y cosas que no sabemos para qué sirven, pero igual emocionan.
Pero su joya de la corona —y por la que merece condecoración— es un traductor portátil que le ha salvado la vida laboral (y de paso le ha subido las propinas). Es un aparatico pequeño (parecida a una grabadora de voz que usaban los reporteros) que conecta al celular y traduce en tiempo real cualquier conversación. Imagínate esto: un pasajero alemán se sube a su carro, le habla al dispositivo en su idioma, y mi papá escucha en español como si fuera Google con patas. No necesita Wi-Fi. No necesita saber inglés. Solo necesita haberlo comprado en el sitio por menos de $10.
Los clientes se parten de risa con el traductor. Algunos le han ofrecido comprárselo, pero él sabe que ahí no hay reemplazo posible. Gracias a ese aparato, el idioma dejó de ser una barrera para mi papá (que solo habla español) y sus clientes, ha hecho chistes y hasta da recomendaciones de a dónde ir en Panamá si estás llegando a conocerlo por primera vez. No gana propinas, gana corazones.
El otro día, en la oficina hablábamos sobre Temu y cómo somos varios los que nunca hemos comprado ahí. Yo, con orgullo desmedido, ofrecí a mi papá como gurú de compras en línea. Porque sí, mi papá es más hábil con las plataformas digitales que muchos con PhD. Tiene esa inteligencia práctica, esa sabiduría de la calle, ese talento para resolverlo todo: desde una fuga en la cocina hasta una conversación en japonés con un cliente.
Mi papá adicto a esta aplicación me llena de orgullo. En cada compra de algún producto random, cada conversación traducida y cada carcajada que suelta viendo TikTok, veo a un hombre que nunca deja de aprender. Un papá que, sin saberlo, es influencer en mi vida.
Que esta plataforma siga bendiciendo a mi papá lindo (como siempre le digo le cariño) con gadgets y traducciones mágicas por muchos años más. Y sí, prometo muy pronto revelar -en una segunda parte- los cinco productos más random que ha comprado en línea.
