Desde sus primeros años en la Facultad de Medicina, la doctora Carmen Amada notó que el campo de la dermatología iba más allá del tratamiento de enfermedades. Mientras otros se enfocaban solo en curar el acné o la varicela, ella imaginaba una práctica que también ayudará a restaurar la autoestima de los pacientes al tratar las cicatrices que muchas veces acompañan estas condiciones. Esta visión pionera la llevó a especializarse en dermatología cosmética y abrir una clínica que acaba de cumplir 39 años.
En 1993, Pinzón tomó una decisión que definiría su carrera: se entrenó en el uso de toxina botulínica, una técnica entonces prometedora. Fue aceptada para formarse con los doctores y esposos Carruthers, considerados los pioneros en esta tecnología, convirtiéndose en una de las primeras especialistas en Latinoamérica en adoptar este innovador tratamiento en 1996. Esta experiencia reafirmó su convicción de la importancia de seguir aprendiendo.

El crecimiento de una visión empresarial
En 2004, sólo cinco años después de abrir su primera clínica de 100 metros cuadrados, se vio obligada a expandirse al Hospital Punta Pacífica debido a la creciente demanda de sus servicios. Esta transición de una pequeña clínica a una entidad corporativa consolidada fue reconocida en 2022, cuando la Asociación Panameña de Ejecutivos de Empresa (APEDE) la distinguió como Ejecutiva del Año.
Lecciones de vida y legado familiar
A lo largo de su carrera, Pinzón ha aprendido que el éxito en la medicina estética radica en escuchar a los pacientes y entenderlos. Cada consulta es una oportunidad para restaurar la confianza y el bienestar emocional de sus pacientes.
Este enfoque en la atención personalizada es parte de sus valores familiares que aprendió desde niña. Creció en una familia de origen chino y santeño, donde el trabajo en equipo era un pilar fundamental. Su madre, que trabajó a su lado durante años, manejaba inventarios y apoyaba en la gestión diaria de la clínica. Sus hijos, Javier y Amadita Inés, también se han involucrado en distintos roles a lo largo de los años.
Un legado que trasciende generaciones
Espera ser recordada como una médica que trató a sus pacientes con respeto, ética y compasión.
Algunos de sus pacientes representan a la cuarta y quinta generación de familias que continúan confiando en su experiencia. “El legado que espero dejar es de una medicina donde el paciente no sea un número más, sino una persona a la que se trata con respeto y discreción”, afirma.

.
A sus 70 años, la doctora sigue mirando hacia adelante con sus proyectos que incluyen la continuación de la campaña “Lunares en la Mira”, su iniciativa anual para la prevención del cáncer de piel; el apoyar a nuevas generaciones de doctoras y la próxima publicación de su libro autobiográfico Amada por la Vida.
Para ella, la vida es un ciclo continuo de aprendizaje, y su pasión por la dermatología sigue siendo tan intensa como el primer día.