En los 15 años de la creación de ONU Mujeres, conversamos en Panamá con María-Noel Vaeza, directora regional para América Latina y el Caribe. Habló con revista Ellas de los avances logrados, los desafíos persistentes y de por qué los mecanismos como los ministerios de la mujer no son un lujo: son una necesidad democrática.
—María Noel, se cumplen 15 años de la creación de ONU Mujeres. ¿Qué destacaría como avances en la región?
Primero que nada, ONU Mujeres nace de una reforma de Naciones Unidas. Se reunieron en una sola estructura cuatro entidades que trabajaban temas de género y se creó una institución fuerte enfocada en promover la igualdad y el empoderamiento de las mujeres. En estos 15 años hemos trabajado con los gobiernos y con la sociedad civil para cerrar brechas. Hemos brindado asistencia técnica, acompañado políticas públicas y fortalecido capacidades.
En autonomía económica, uno de los ejes fundamentales ha sido el tema de los cuidados. ¿Por qué? Porque sin sistemas de cuidado, no hay igualdad. Si una mujer no tiene quién cuide a sus hijos o a sus mayores, no puede salir a trabajar. Y esto tiene un impacto económico directo: solo el 52% de las mujeres trabaja en nuestra región, frente al 80% de los hombres. Si cerráramos esa brecha, América Latina crecería dos dígitos.
—¿Qué otros ejes de trabajo destacaría?
Hemos trabajado en la gobernanza y participación política, aunque cuanto más participación hay, más violencia política sufren las mujeres. También en la eliminación de todas las formas de violencia, en la agenda de paz y seguridad, y en atención a crisis como la migración.
En Panamá, por ejemplo, implementamos el proyecto Trayectos, junto al gobierno y sociedad civil, para asistir a mujeres migrantes que llegan por la selva del Darién. Miles de ellas han recibido atención psicosocial, protección y servicios multisectoriales. Yo misma estuve allí con la encargada del Ministerio de la Mujer, Niurka Palacio, y fue impresionante ver el trabajo conjunto que se logró.
—Panamá anunció la eliminación del Ministerio de la Mujer. ¿Cuál es el valor de contar con mecanismos de género sólidos en los gobiernos?
Fue en la Conferencia de Beijing, hace 30 años, donde se reconoció que los derechos de las mujeres son derechos humanos. Allí se estableció que los países debían crear institucionalidades fuertes que permitieran avanzar en la igualdad.
Un ministerio de la mujer con rango de gabinete permite que todos los sectores, salud, energía, agricultura, defensa, integren la perspectiva de género. No puede ser que un ministerio de agricultura solo mire a los productores hombres y no a las productoras o que no haya suficientes embajadoras.
La institucionalidad no es un adorno. Es una herramienta para que las mujeres accedan a políticas públicas reales. Y debe tener presupuesto. Si no hay presupuesto, no hay poder real. Por eso, celebramos cuando Panamá creó su Ministerio de la Mujer. No se puede dar un paso atrás. Ni siquiera para tomar impulso.
—Desde su experiencia, ¿qué impulsa de verdad el progreso hacia la igualdad?
El diálogo. Escucharnos. Por eso tenemos dos oídos. Muchas veces a las mujeres no se nos escucha. No se nos invita a la mesa. Pero tenemos derecho a estar ahí.Las organizaciones feministas y de la sociedad civil son esenciales. Amplifican la voz de las mujeres y presionan por mejores políticas.Y el sector privado también es clave. Son ellos quienes generan empleo. En Panamá, 59 empresas ya han firmado los Principios de Empoderamiento de las Mujeres. Tenemos alianzas con la Cámara Americana de Comercio, Sumarse, Apede y otras.
—La baja fecundidad es un tema que preocupa a todos, pero dónde el foco parece ponerse solo en la mujeres ¿Cómo puede ser abordado?
Ese discurso alarmista y culpabilizador es falso. Las mujeres sí queremos tener hijos, pero también queremos trabajar, estudiar, aportar. El problema es que no hay condiciones. Si ser madre implica renunciar a todo lo anterior, ¿cómo haces?
Por eso hablamos de una revolución de los cuidados. Hay que visibilizar, valorizar e invertir en ellos. Reconocer que ese trabajo no remunerado representa hasta un 20% del PIB de los países, más que la minería o el Canal de Panamá. Y sin embargo, no se reconoce. No se retribuye. No hay servicios. No hay redistribución.
Y cuando las mujeres trabajan fuera de casa, ganan menos. Hay una brecha salarial del 20%. Muchas veces, por ser madres. Necesitamos sistemas integrales de cuidado que permitan a las mujeres tener hijos sin que eso signifique renunciar a su proyecto de vida. Yo tengo dos hijos maravillosos. Pero tuve cuidadoras. Pude pagar. ¿Y las que no pueden?
—En América Latina la población envejece, y muchas veces las mujeres mayores quedan solas. ¿Qué se necesita para que puedan envejecer con dignidad?
Sistemas de cuidado integrales, también para las personas mayores. Me encanta un ejemplo reciente en México: se va a implementar un programa con 20 mil personas de salud que visitarán a adultos mayores en sus casas. Les preguntarán cómo están, qué necesitan, si están solos. Eso es cuidar. También me gusta lo que hace mi ciudad, Montevideo: centros comunitarios donde las personas mayores aprenden ajedrez, crean grupos, enseñan a niños. Eso da sentido, comunidad, bienestar.
—¿Qué se necesita para que como sociedad podamos avanzar hacia una cultura de igualdad?
Normas legales que empujen a la cultura. Y hablar sin miedo. Desmontar mitos. La mayoría de los hombres tienen una masculinidad positiva. Solo unos pocos, dicen que las mujeres somos demasiado inteligentes, que debemos volver a la cocina. Eso es miedo. Miedo a perder poder.
Pero la igualdad no es quitarle el lugar a nadie. Es compartir. Y cuando las mujeres entran en la política, la política cambia. Porque atendemos temas que los hombres no ven: violencia, cuidado, desigualdad.
Por eso tenemos que estar. No es posible que en una crisis como la de Bocas del Toro, solo hubiera una mujer sentada en la mesa de negociación. En otras negociaciones a veces no hay ninguna. Las mujeres también tenemos soluciones. Y es nuestro derecho poder participar.