A Irma Hernández la política la encontró cuando estudiaba Derecho y Ciencias Políticas. La invitaron a ser Secretaría de Juventudes en la Alcaldía de San Miguelito y ahí empezó esta historia: el conocer mejor a su distrito, por su gente y la convicción de que desde los gobiernos locales se puede hacer cambios: Hoy, a un año de ser alcaldesa, habla sobre la importancia de poner a la comunidad en el centro y de un proyecto de reformas para su distrito que sigue en construcción.

Si retrocediéramos en el tiempo… ¿cómo fue ese primer día de trabajo? ¿qué retos y oportunidades pudo detectar en ese momento?

Mi primer día fue abrumador y revelador a la vez. Entrar a la alcaldía y ver que la institución estaba desorganizada, con muchos rezagos administrativos, espacios físicos descuidados y un personal que necesitaba volver a creer en su equipo de trabajo, fue fuerte. Pero al mismo tiempo sentí que había una gran oportunidad de ordenar la casa, de crear procesos claros, de dignificar a los funcionarios y recordarles que nuestro trabajo tiene un solo fin: servir a la gente. Ese día confirmé que la tarea era titánica, pero posible si se hacía con amor y disciplina.

¿Cómo se construye una cultura de corresponsabilidad con la comunidad?

Aquí decimos: “El que no la vive no la entiende”. Los vecinos viven los problemas y también tienen las respuestas. Por eso el objetivo es poner a andar y trabajar con las Juntas de Desarrollo Local, las audiencias públicas para decidir uso de fondos y la Junta de Planificación Territorial, que ya instalamos. Todo se hace con la organización comunitaria como columna vertebral. Nada se ejecuta sin el deseo, aprobación y necesidad de los vecinos. Es difícil motivar participación tras años de abandono, pero cuando hay voluntad y resultados, la gente se involucra.

¿Hay alguna comunidad que en estos años le ayuda a reafirmar su compromiso con el servicio público?

Hay dos comunidades que siempre me lo recuerdan: Torrijos Carter y La Felicidad, en los corregimientos de Belisario Frías y Arnulfo Arias, uno de los más empobrecidos y peligrosos del país. Antes de ser alcaldesa, trabajamos con el grupo Canvas Urbano para remodelar un parque. Iba muchas veces a jugar con los niños, generamos una relación preciosa que sigue viva. En esos parques entendí que desde la institución podía hacer mucho más. Aún hoy, cuando llego, me reciben con abrazos y sonrisas. Soy muy sensible a los niños y niñas del distrito.

La correcta disposición de los deshechos y el caos urbanos son dos retos en San Miguelito. ¿Qué avances ha tenido este primer año?

La basura y el desorden urbano son retos grandes. Siempre digo: para que haya un cambio cultural, primero tiene que haber un cambio infraestructural. No podemos pedirle a la comunidad toda la responsabilidad si nunca se le dieron los medios. Si no hay dónde depositar residuos ni horarios claros, la basura se deja donde sea.

Hemos transformado dos puntos críticos: el mercado de Santa Librada y El Poderoso. Creamos rutas y horarios, grupos de WhatsApp con vecinos para monitorear si el camión pasa. Es trabajo de parte y parte. Ellos saben que sin ellos no se logra nada.

¿Cómo participan las mujeres en su equipo?

El 50% de las direcciones de la alcaldía están lideradas por mujeres. Mi despacho superior es 100% de mujeres. Por primera vez tenemos una Ingeniera Municipal mujer, Astrid Chanis. También la Secretaría General, la Dirección de Gestión Ambiental y de Planificación Urbana están a cargo de mujeres. Para mí, una perspectiva de género es crucial para un San Miguelito con igualdad.

¿Qué hace la alcaldía por esas mujeres que además de trabajar, cuidan niños, personas mayores, enfermos?

Comenzamos empoderando desde dentro. Dimos charlas sobre violencia de género, espacios de diálogo en el mes de la afropanameñidad sobre nuestra belleza natural, talleres comunitarios con Palabras Poderosxs para aprender cómo denunciar violencia. Además, asesorías legales gratuitas con el Ministerio de la Mujer —que para mí es un retroceso haber eliminado— para orientar a quienes necesitan apoyo. Y por las niñas: promovemos clases gratuitas de ballet, el “Verano más bonito” con teatro, matemáticas, actividades que les abran posibilidades. Queremos que aquí puedan soñar con ser lo que quieran ser.

Más allá de obras o proyectos visibles, ¿qué le enorgullece personalmente?

Nunca había liderado un equipo tan grande. Mi mayor logro ha sido reclutar profesionales muy capaces, motivarlos, brindarles sus derechos laborales y espacios dignos de trabajo. Tener una institución clara en su misión, visión y valores. Y, a nivel personal, trabajar cada día en encontrar un balance: porque sigo persiguiendo ser buena servidora pública sin olvidar que soy un ser humano que necesita descansar y estar bien. Es un logro que se construye todos los días.

¿Qué le diría a una joven que quiere liderar y hacer cambios en la comunidad, pero duda?

Que calladita no se ve más bonita. Calladita simplemente no se ve. Y el mundo está listo para escucharla. Por mucho tiempo, nuestras antecesoras no pudieron votar, estudiar, conducir. Hoy es nuestro deber romper estereotipos, romper el miedo y decirle al mundo de lo que somos capaces. La mayoría de las líderes comunitarias que conozco son mujeres. Tenemos un alto sentido de preocupación por el bienestar colectivo. Es hora de dejar de ser asistentes, vices o suplentes. Es hora de hacernos escuchar y participar.