En la otra cara de las cifras de adolescentes embarazada, hay una adolescente que abandonó la escuela. Una niña que soñaba con ser veterinaria o tener su propio restaurante, pero que ahora, con un bebé en brazos, tendrá que salir adelante entre miradas que la juzgan y con pocas oportunidades.

Pero este no es un asunto de una niña y su familia. El país también pierde. Esta semana, el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) presentó la actualización del estudio Impacto Socioeconómico del Embarazo en la Adolescencia en Panamá: el país deja de percibir B/. 1,500 millones anuales, el 2% de su PIB, como resultado de los efectos evitables del embarazo y la maternidad temprana. Pero como bien lo dijo Edith Castillo Núñez, representante nacional del UNFPA: “Ese número solo adquiere su verdadera relevancia cuando se vincula con miles de historias truncadas, con el potencial humano que el país no está aprovechando”.

Niñas que se convierten en madres, países que se quedan atrás

Detrás de cada caso hay algo más que una falta de información o un descuido. Hay normas sociales que toleran uniones entre niñas y adultos. Hay ausencia de educación sexual integral. Adultos que niegan información o métodos de anticoncepción a jóvenes por prejuicios.

“Cada adolescente que abandona la escuela es una lideresa, una ingeniera, una emprendedora que no logra desarrollarse plenamente. Invertir en adolescentes no es caridad, es sentido común”, dijo Castillo durante el evento.

Ese “sentido común” debería movilizar al Estado, al sistema educativo, al sector privado. Pero todavía cuesta. Todavía hay quien insiste en ver el embarazo adolescente como una decisión personal, y no como lo que realmente es: una expresión de las desigualdades estructurales que arrastramos como país.

Las cifras detrás del silencio

Paula Martes Camargo, demógrafa y consultora del estudio, explicó que esta nueva edición del estudio Milena se basa en datos censales y no en encuestas por muestra. Eso les permitió a los investigadores ver con respaldo técnico que las madres adolescentes ganan menos, estudian menos y tienen muchas más dificultades para romper el ciclo de la pobreza.

“El ingreso laboral anual de las madres adolescentes es 57% menor que el de las mujeres que fueron madres en la adultez. Solo el 14% alcanza nivel universitario. La maternidad temprana afecta toda su trayectoria de vida”, explica Martes.

La metodología Milena compara a mujeres que fueron madres en la adolescencia con aquellas que lo fueron en la adultez, considerando cinco aspectos: educación, ingresos, empleo, salud y recaudación fiscal. El resultado: Panamá pierde. Pero más que el país, pierden ellas.

Relaciones desiguales, decisiones sin opciones

El estudio también revela que 9 de cada 10 madres adolescentes tuvieron su primer hijo con un hombre mayor, y en el 73% de los casos la diferencia de edad fue de más de cinco años. Además, 7 de cada 10 estaban en unión, en su mayoría consensual.

“Las trayectorias de vida son profundamente distintas si la maternidad se vive en unión o fuera de ella. Y también cambia si hubo o no acceso a educación, redes de apoyo, condiciones para decidir. Esas diferencias reflejan desigualdades estructurales que debemos atender”, señala Martes.

Lo que visto desde afuera puede parecer una elección, muchas veces no lo es. Hay relaciones que comienzan con desequilibrios de poder, con silencio, con resignación.

Lo que podemos cambiar

Reducir la tasa de embarazo adolescente pasa por entender que es multifactorial. Es una decisión política, educativa y social. Según el estudio, cada dólar que se invierte en prevenir el embarazo adolescente se multiplica en beneficios para las mujeres, sus hijos y el país. Pero también es una inversión emocional: en confianza, en futuro, en justicia.

Bocas del Toro, Darién y las comarcas indígenas siguen concentrando los mayores niveles de vulnerabilidad. En esos territorios, muchas niñas crecen sabiendo que su historia también puede incluir: dejar la escuela, tener un hijo joven, depender de otros. Y romper ese patrón no es una decisión individual.

“Trabajemos para que todas las niñas y adolescentes alcancen su máximo potencial”, fue el llamado con el que Castillo cerró su intervención.

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